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En países donde la situación bélica ha sido supera y recobrada la paz,
el martirizado territorio suele estar sembrado de minas antipersonal o
contra vehículos, que permanecen activas en los lugares más
insospechados.
El
número de muertos o heridos que se producen ininterrumpidamente suponen
una cifra escalofriante y una sangría vergonzosa que impide la
estabilización de la vida civil, sin que las minas pierdan efectividad
con el paso del tiempo.
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Militares afganos
recibiendo un curso en el Centro Internacional de Desminado de Hoyo de Manzanares (Madrid). |
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Campesinos
y niños son las víctimas más frecuentes, produciendo lisiados de
casi imposible recuperación, imposibilitados para procurarse lo
más imprescindible para ellos y sus familias. Países
endémicamente pobres, aún más empobrecidos por las guerras,
carecen de sistemas para integrar las nuevas víctimas que están
condenadas a arrastrar una vida mísera cuando no han perecido en la
explosión del artefacto.
Casco EOD (Explosives
Ordnance Disposal) fabricado en Ottawa por Med-Eng,
expuesto en Bratislava con motivo de la celebración de la
entrada de la República Eslovaca en la OTAN. Foto: R.
Klokocnik. |
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Algunos
países como Afganistán o Vietnam cuentan con millones de minas de
todas las categorías, desde las que se hallan ancladas al fondo y
al sacarlas explotan, o hacen explotar una segunda mina a 10
metros.
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Mina antipersonal
soviética utilizada en Afganistán (130 x 50 x 25mm) |
Algunas
saltan un metro y estallan en el aire extendiendo su carga mortífera en
muchos metros a la redonda. Sin contar
con las caza-bobos, que explosionan al abrir una puerta, coger un objeto
(incluso una muñeca) tumbarse en una cama, etc.
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Hay
minas metálicas, fácilmente detectables, pero también de madera o
plástico que exigen sistemas manuales más arriesgados y lentos.
Generalmente, en particular las anti-personal, son muy económicas y
cualquier pequeño ejército puede colocar cifras escalofriantes y
sin ningún control.
Utilizando detectores y pinchos manuales para limpiar un campo de minas
no metálicas. |
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Al comienzo de las guerras mundiales, los ejércitos las colocaban
casi milimétricamente, anotando su distribución y toda clase de
referencias para poder desactivarlas rápidamente en caso de tener
que volver por el mismo lugar, pero posteriormente su colocación
indiscriminada careció de la más mínima planificación.
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Localizar y
desactivar minas sigue resultando tan lenta y penosa como hace
cincuenta años. |
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Pese a los acuerdos internacionales para erradicar las minas
antipersonales en los ejércitos, estas medidas son imposibles de
controlar.
Sistema de
desminado Demeter. Permite desactivar minas magnéticas
localizadas 4 metro delante, en un pasillo de 2, 5 ancho. |
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La
perdurabilidad de estas trampas hace que muchos años después de acabado
un conflicto, sigan generando dolor y muerte.
No
existen datos facilitados por los ejércitos participantes y se ignora la
inmensa mayoría de las zonas minadas.
La
colocación de minas ya se hace de forma industrial, algunas pueden
ser lanzadas por piezas de artillería a kilómetros de distancia.
También se utilizan aviones para regar zonas con minas.
Existen
máquinas destinadas a sembrar (literalmente) de minas grandes
extensiones.
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Un sembrador de minas británico,
y otro
(visto parcialmente a la derecha de la foto) operando junto a
un vehículo lanzador de minas Ranger para crear un campo minado. |
Ficha
COMPLEMENTARIA
Casco Eslovaco "Veplas" ONU
(1/2)
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